Mapochi, ropa y accesorios para niños

¿Cuándo empezó Mapochi? “Probablemente el día que corté las cortinas para hacer mi ropa” (Cecilia Guzmán de Rojas)

La historia de “Mapochi” es tan peculiar como la frase “A veces las cosas van cobrando sentido en la vida, después de haberlas hecho en realidad toda tu vida”, que resume la historia de este emprendimiento paceño de ropa y accesorios para niños, creada de por Cecilia Guzmán de Rojas (Cecé), a quien la maternidad le dio un motivo más para continuar con una de sus más importantes pasiones.

Daniela Cárdenas Marín

Cecilia Guzmán de Rojas

Una vida dedicada a la moda

La sala de su departamento es el taller donde la magia sucede; donde el amor, los hilos, las telas, Vicky (su remalladora) y Olivia (su máquina de coser), coadyuvan a Cecé para hacer realidad, con sus propias manos, cada una de sus prendas.

En un ambiente bastante acogedor, rodeado de un ligero y dulce aroma que envuelve el centro de creación y bajo la atenta mirada de su pequeña niña (Mael)- quien supervisa y se encarga de acomodar detalladamente las obras y accesorios-, fue el grato escenario que permitió a Bolivianews conocer su historia.

Psicóloga de profesión y especializada en neuropsicología infantil, Cecé siempre trabajó con niños y Mapochi no es una excepción y para entender su historia, es importante conocer la de su fundadora, a quien siempre le gustó la moda y confeccionar su propia ropa.

Sus inicios se remontan al día en que a´ún niña fue atrapada  por su señora madre, “in fraganti” y  con tijeras en las mano, “cortando las cortinas de su casa para hacerse una blusa”. “Creo que la anécdota de cuándo empezó Mapochi probablemente fue ese día que corté las cortinas para hacerme mi ropa”, cuenta Cecé entre risas.  

Sin embargo, considera que este hecho fue algo más que una pequeña travesura, porque a partir de ello, continuó elaborando sus prendas a mano, hasta que un día, ya en la universidad, su esposo le obsequió su primera máquina de coser. Y fue el punto de partida, puesto que  a partir de ese momento, comenzó a leer revistas de patrones de ropa, ver videos y acceder a toda la información que encontraba sobre el diseño y la confección de prendas.

Nace la inspiración

Tras algunos años de residencia en el exterior, Cecé y su esposo decidieron por el regreso y con la grata noticia que se encontraba en la “dulce espera”.

“Yo estaba embarazada, todavía trabajé un año como psicóloga y nació Mael; quería darme un tiempo para estar con ella; deseaba realmente disfrutar de mi maternidad y tuve la suerte y el privilegio de hacerlo”, cuenta la diseñadora.

Bajo este impulso, el año 2019 comenzó a confeccionar ropa para su hija. “Toda mi inspiración, toda mi atención y todo giraba alrededor de ella, entonces empecé a ver patronaje para niños y empecé a coser ropa para ella”, explica Cecé.

La pequeña Mael comenzó a lucir las prendas confeccionadas por Cecé y no tardó en despertar el interés de la gente. Muchos le preguntaban dónde compraba la ropa de su hija y fueron sus amigas quienes le aconsejaron empezar a vender sus diseños.

Con la finalidad de compartir su habilidad, Cecé abrió una cuenta de Instagram, en la que publicaba fotos de la ropa que elaboraba para Mael; sus seguidores no tardaron en preguntar si las vendía. A raíz de ello, encargó la impresión de etiquetas y comenzó sus primeras ventas a los amigos y conocidos.

“La cuenta de Instagram creció al punto que personas que ella no conocía, empezaron a realizar pedidos. Yo todavía no contaba con una remalladora, pero igual trataba de encontrar la forma de que sean prendas súper limpias (con un acabado fino)”, señala.

El 2020, Cecé tenía planificado retornar a su trabajo de psicóloga infantil y abrir su propio consultorio; sin embargo la pandemia truncó la idea. “Solo podía ver ciertos casos vía Zoom, empecé a coser más y ahí es donde Mapochi se convirtió en una marca consolidada”, recuerda Cecé, quien, a partir de ello, empezó a percibir un sueldo y a ahorrar para comprar a “Vicky”, su remalladora.

Mapochi y el mapache

El nombre de la marca, al igual que todo en esta historia, tiene un trasfondo interesante. “Mapochi es el apodo que me puso mi papá porque significaba ‘mi niña’, en aymara. Mi papá hablaba aymara y era un gran estudioso de esta lengua y siempre ha tratado de que conozcamos el aymara, conozcamos nuestra cultura y conozcamos muy bien el idioma” cuenta Cecé.

Basado en ello, junto a su diseñadora gráfica, “jugó” con la palabra Mapochi y creó un símbolo que representara a la marca: un mapache, sobre todo por la similitud entre amabas palabras.

El concepto y el público de Mapochi

Cecé asegura que su gran inspiración es Mael, quien la apoya y, además,  a su corta edad (cinco años) crea sus propios diseños.

De mirada dulce y risueña, Meal es pieza fundamental de Mapochi. “Le encanta sacarse fotos para la marca, le encanta la ropa”, señala Cecé, mientras sus ojos delatan la ilusión que le genera la idea de que a su pequeña le interese la moda.

El concepto de la marca gira alrededor de la idea de hacer ropa linda y cómoda para su hija, algo con lo que pueda trepar árboles, jugar, correr, saltar; todo lo que a una niña o a un niño le gusta hacer.

“También quería ropa que no la vuelvan adulta, siento que hay muchas prendas pequeñitas que son tiernas. Mael alguna vez ha tenido una chamarrita de jeans o de cuero, me parecen muy divertido, pero siento que también hay muchas prendas que las intentan hacer ver como mujeres cuando tienen 4 años y yo quería algo que sea realmente infantil y aun así bonito”, explica Cecé.

Cecé y Mael

Las personalidades de madre e hija se ven reflejadas en Mapochi. Por una parte, a Cecé le gusta jugar con sus diseños y para ella “menos es más”. “Sobre todo al diseñar para niños no necesitas ser serio, ni necesitas ser formal, no hay reglas en realidad, para los niños puedes usar pompones, pompones de colores, bolados gigantes, brillos…”, destaca la diseñadora.

Por otra parte, los gustos de Mael influyen en la creación de las prendas. “A Mael le encantan los vestidos, nunca le han gustado las telas rígidas por lo que todo está pensado en telas suaves, en telas que les dé mucho movimiento”, añade.

Cecé conoce al público que tiene, sabe que gran parte son mujeres y descubrió en ellas algo a lo que también aspira con su marca. “Descubrí que, no sé si solo pasa en Latinoamérica o en el mundo o solo es en Bolivia, pero cuando una mujer se vuelve mamá de alguna forma la sociedad la convierte en madre y deja de ser mujer o deja de ser persona, entonces deja de ser vista de alguna forma”, es así como explica la idea que inspiró su campaña del día de la madre, atuendos para madres e hijas que combinen con el objetivo de resaltar la belleza y el brillo no solo de las más pequeñas.

La familia Mapochi

Ahora para Cecé todo cobra sentido, porque cuando empezó Mapochi a su entorno cercano no le sorprendía que ella estuviera involucrada en la moda, ya que siempre estuvo presente en su vida. Sin embargo, confiesa que al principio se sentía un poco perdida porque no sabía por dónde empezar, pero supo abrirse paso en este camino a pesar de las adversidades que surgieron cuando el emprendimiento creció.

En cierto momento, a Mapochi le faltaron manos para cubrir la demanda y aunque durante la pandemia Cecé contó con personas que la ayudaron, fue difícil conseguir costureros exclusivos. Dicho crecimiento se debió a dos factores importantes, las redes sociales y el apoyo de los clientes fieles que fue determinante. “Pienso que, contrario a lo que cree mucha gente, la clave ha sido el boliviano y la boliviana que apuesta por las marcas nacionales”, confiesa la emprendedora.

El apoyo de su marido y Mael también fue fundamental para que Cecé pueda llevar a cabo el proyecto Mapochi, por un lado, el deseo de pasar tiempo de calidad con su hija y por el otro, hacer partícipe a su pareja de una de sus pasiones. “Bueno, mi marido aparte de que tiene varios trabajos, él es el delivery y le encanta, dice que es su trabajo favorito”, comparte Cecé.

Apostar por Bolivia

La filosofía de Mapochi se relaciona con la de Cecé, ella apuesta por Bolivia y después de haber vivido en el exterior, regresó para contribuir con su trabajo al país, esto igual tiene que ver con el hecho de que la marca lleve un nombre aymara.

Por otra parte, toma el concepto de “slow fashion”, la moda lenta, para brindar prendas únicas y de calidad que duren con el tiempo, que se puedan guardar y heredar como algo especial. “Es como esa prenda especial que le pusiste (a tu hijo) ya sea en un cumpleaños o en un bautizo y es esa prenda que la guardas para siempre, que la tienes como tu recuerdo”, destaca la diseñadora.

Hallar el balance en la vida

El proceso de producción de Mapochi ahora está pasando por una transición gracias a su crecimiento. De ser un emprendimiento dedicado a pedidos personalizados, ahora Cecé trata de diseñar colecciones completas, pero siempre abierta a la variación de colores. Esta transición conlleva mayor trabajo, ya que se debe contemplar predas en tallas de 0 a 7 años.

Además, el tiempo invertido detrás de cada prenda no solo es el trabajo de diseño y costura, también es de fotografía, compartir publicaciones en las redes sociales, el servicio al cliente, la búsqueda de proveedores y la investigación de textiles. La emprendedora reconoce que hay personas que aprecian esto y saben que no es tan fácil como importar una prenda y revenderla.

Con todo esto, Cecé confiesa que hallar el balance entre su vida personal, profesional y de emprendedora ha sido difícil y es consciente de que el trabajo de un emprendedor es de tiempo completo, incluye fines de semana y feriados. Menciona también, que durante el último tiempo le ha costado mucho poner límites a su trabajo; sin embargo tiene claro que el mes que no trabaje significará una pérdida para ella, pero reconoce que la clave de todo es saber delegar tareas.

Romper mitos

El camino ha sido una aventura para Cecé, tuvo la oportunidad de conocer personas maravillosas que confiaron en ella y en sus diseños. “Creo que se rompe un poco el mito de que el boliviano no apoya los emprendimientos bolivianos, porque sí conozco a mucha gente valiosa que apoya a Mapochi, que apoya a otras marcas, se ve también en las ferias cuando reconoces a la gente y esa es la clave de todo el crecimiento”, señala.

Mapochi aspira a continuar vistiendo niños y ampliar su oferta al público femenino, al igual que su red de distribución a más tiendas. En el ámbito personal, este año Cecé ha vuelto a ejercer su profesión y desea que su emprendimiento pueda seguir creciendo sin la necesidad de que ella haga todo el trabajo.

Su habilidad para confeccionar atuendos únicos desde pequeña, la máquina que su esposo le regaló en la universidad, la llegada de Mael y el apoyo de su familia, fueron los cimientos sobre los cuales Cecé construyó Mapochi y son los motivos por los que cree que, a veces las cosas van cobrando sentido en la vida, después de haberlas hecho en realidad toda tu vida.

COMPARTE EN TUS REDES SOCIALES